Era tarde salía de trabajar y
en su mente y en su cuerpo todavía eran palpables Sus marcas. No podía evitar
pensar en Él, y de noche por las calles estrechas y solitarias de su pequeño
pueblo pesquero su cuerpo se estremecía al recordarle.
No faltaba mucho para llegara
casa, cuando un ruido extraño la sobresalto, se giró pero no vio nada, acelero
un poco el paso y cogió un atajo.
Las pequeñas escaleras eran muy
empinadas, con los zapatos de tacón le costó subir, se agarró a la barandilla y
de pronto una mano agarró su tobillo, no pudo evitar dar un grito que
rápidamente quedó ahogado por una mano que le tapaba la boca.
Su cuerpo quería huir pero una
voz cálida y suave le susurró: “shhhhhhhhhhhhhhh no te muevas”, y entonces ella
le sintió, le olió, sin verle le vio, sin tocarle lo palpó. Era Él.
Como siempre le obedeció y muy
despacio Sus manos de forma suave casi sin tocarla subieron por sus piernas,
bordearon sus rodillas, ascendieron por sus muslos tensos. Sin esperarlo un
azote cubrió su nalga: “Quien te manda cerrar las piernas, puta??”, el calor la
invadió y de inmediato las separó.
Su Amo, se alegró al comprobar
que su ligera y amplia falda era lo único que escondía su desnudez, era
obediente y le hizo saber su complacencia con un beso rápido casi imperceptible
a la vez que palpaba su humedad, y en ese momento ella se avergonzó de sentirse
tan excitada y tan mojada.
Poco a poco, Su mano le alcanzó
su larga melena que llevaba recogida en una pinza que retiró i poco a poco sin
prisa tiró de ella, suavemente a la vez que la otra mano se retiraba de su boca
para amordazar-la con una pequeña tela, y posteriormente dirigirsehacía sus pechos, que erguidos le esperaban.
Dirigió sus pasos tirándole del
pelo, hasta llevarla al rincón oscuro en el que acababa el pequeño callejón.
Allí le ordenó que apoyara sus manos en la pared, y sin soltarla la inclinó,
con cuidado le subió la falda del vestido para seguidamente azotarla, primero
suave luego progresivamente aumentando la intensidad, ella no podía evitar sonreír
al sentir el calor que le provocaban esas manos. Calor ansiado, codiciado y
solicitado en silencio.
Las marcas visibles quedaron
nubladas por el placer generado por la fuerza impresa en cada azote, en cada
movimiento, y seguía sonriendo. Él lo sabía y así se detuvo, sin previo aviso sus
manos fueron separándose de su cuerpo y al igual que al llegar, con sigilo y
sin hacer ruido, su aroma se difuminó, su respiración calló.
En su boca, ella encontró el
pequeño y precioso tanga de blonda que Él le había regalado por su cumpleaños,
y ello junto el color de Sus huellas, le
ayudaron a recordar que no había sido un sueño.