lunes, 19 de agosto de 2013

Entre penumbras...............

Era tarde salía de trabajar y en su mente y en su cuerpo todavía eran palpables Sus marcas. No podía evitar pensar en Él, y de noche por las calles estrechas y solitarias de su pequeño pueblo pesquero su cuerpo se estremecía al recordarle.

No faltaba mucho para llegara casa, cuando un ruido extraño la sobresalto, se giró pero no vio nada, acelero un poco el paso y cogió un atajo.

Las pequeñas escaleras eran muy empinadas, con los zapatos de tacón le costó subir, se agarró a la barandilla y de pronto una mano agarró su tobillo, no pudo evitar dar un grito que rápidamente quedó ahogado por una mano que le tapaba la boca.

Su cuerpo quería huir pero una voz cálida y suave le susurró: “shhhhhhhhhhhhhhh no te muevas”, y entonces ella le sintió, le olió, sin verle le vio, sin tocarle lo palpó. Era Él.

Como siempre le obedeció y muy despacio Sus manos de forma suave casi sin tocarla subieron por sus piernas, bordearon sus rodillas, ascendieron por sus muslos tensos. Sin esperarlo un azote cubrió su nalga: “Quien te manda cerrar las piernas, puta??”, el calor la invadió y de inmediato las separó.

Su Amo, se alegró al comprobar que su ligera y amplia falda era lo único que escondía su desnudez, era obediente y le hizo saber su complacencia con un beso rápido casi imperceptible a la vez que palpaba su humedad, y en ese momento ella se avergonzó de sentirse tan excitada y tan mojada.

Poco a poco, Su mano le alcanzó su larga melena que llevaba recogida en una pinza que retiró i poco a poco sin prisa tiró de ella, suavemente a la vez que la otra mano se retiraba de su boca para amordazar-la con una pequeña tela, y posteriormente dirigirsehacía  sus pechos, que erguidos le esperaban.

Dirigió sus pasos tirándole del pelo, hasta llevarla al rincón oscuro en el que acababa el pequeño callejón. Allí le ordenó que apoyara sus manos en la pared, y sin soltarla la inclinó, con cuidado le subió la falda del vestido para seguidamente azotarla, primero suave luego progresivamente aumentando la intensidad, ella no podía evitar sonreír al sentir el calor que le provocaban esas manos. Calor ansiado, codiciado y solicitado en silencio.

Las marcas visibles quedaron nubladas por el placer generado por la fuerza impresa en cada azote, en cada movimiento, y seguía sonriendo. Él lo sabía y así se detuvo, sin previo aviso sus manos fueron separándose de su cuerpo y al igual que al llegar, con sigilo y sin hacer ruido, su aroma se difuminó, su respiración calló.


En su boca, ella encontró el pequeño y precioso tanga de blonda que Él le había regalado por su cumpleaños, y ello junto el color de  Sus huellas, le ayudaron a recordar que no había sido un sueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario