domingo, 1 de septiembre de 2013

Viviendo la vida a mordiscos!!



Esa tarde se le estaba haciendo eterna, parecía que las horas se habían congelado, el tiempo que tantas veces se le había hecho corto en manos de Su Amo ahora parecía estar detenido, retenido, anclado.
Sus consignas como siempre eran claras y concisas: “A las 00:00h en la playa”, ella ya sabía lo que tenía que hacer.
Estaba sola en la habitación, la había ordenado, desordenado, limpiado, observado, había hecho de todo, preparado mil y una veces lo que tenía que ponerse, había escogido cuidadosamente los enseres del baño,sus aromas y su perfume, preparado el maquillaje para ponerse guapa como e Él le gustaba, y el reloj seguía allí sin moverse.
 Llegó la hora, se duchó, peinó y maquilló con la esperanza de oírle de nuevo decir: “Guapa!!”.
Se vistió con el vestido veraniego que se había comprado esa tarde, un vestido ligero que daba movimiento a sus curvas, con los hombros al descubierto para darle todo el protagonismo a su precioso collar de perrita, y debajo la única prenda posible un pequeño tanga de mil colores, en los pies como  no podía ser de otra manera sus tacones.
El corazón se le aceleraba por momentos, de pronto el tiempo escaseaba, ahora corría deprisa, sin pausa.
 Y llegó la hora, salió de la habitación cerró nerviosa la puerta intentando no olvidarse de ningún detalle y bajó las estrechas escaleras. Le resultó difícil avanzar por las calles empredadas, y despacio y con cuidado, se dirigió a la pequeña y oscura playa.
El paisaje era de ensueño, un conjunto de velas dibujaban un corazón sobre la arena, allí en el centro estaba su lugar, se dirigió hacía allí y mirando al mar se arrodilló y colocando sus manos sobre los muslos le esperó.
Perdió la noción del tiempo, y de pronto cuando las nubes se dispersaron, una inmensa luna iluminó la playa, y en ese preciso instante su respiración se aceleró, le vió, Él estaba allí, muy cerca sentado a su izquierda, observándola, mirándola, contemplándola.
Se puso nerviosa, y de pronto le escuchó: “Desnúdate”. Se quitó los zapatos, se levantó el vestido y cuando se disponía a quitarse la pequeña ropa interior, le obligó a detenerse. Y ella sintió como se acercaba, notó su calor, Su mano le rozó el cabello y acarició su espalda, suave como el terciopelo, delicado como el agua del rocío. Y con una prenda de seda le vendó los ojos y con el olor inconfundible del cáñamo la amordazó.
 Al oído le susurró: “No te muevas”, y ella esperó allí inmóvil.
 La brisa marina acariciaba sus pechos que esperaban deseosos y erguidos, su piel se erizaba al ritmo de la olas del mar y su sexo impaciente se humedecía manchando sus braguitas.
Y de nuevo le oyó, sus pasos se hundían en la arena, y de pronto un mordisco en el cuello le atravesó el cuerpo, y casi sin darse cuenta las cuerdas empezaron a invadirlo, dibujando sobre él formas deliciosas que aumentaban su placer y que dejarían sobre su piel huellas que aunque el tiempo las borraría, dejarían un recuerdo imborrable en su memoria........

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